La jornada electoral del 2 de diciembre de 2018 queda para la historia. Ha supuesto tal batacazo para el PSOE, que abre la puerta a una posibilidad real de cambio en una tierra dominada políticamente por los socialistas desde hace casi cuatro décadas. Los resultados han supuesto una sorpresa próxima al pasmo porque nada auguraba la mera posibilidad de desalojar a Susana Díaz de San Telmo. Todo apuntaba a una victoria electoral que no le complicaría su permanencia en el poder, aunque necesitara de apoyos externos, como había ocurrido en la anterior legislatura. El debate se centraba en si Ciudadanos daría el «sorpasso» al PP y sus efectos serían letales para el liderazgo de su flamante presidente, que se había implicado a fondo en la campaña. Cierto que no creíamos las falacias que, pagadas con el dinero de todos, cocina Tezanos desde el CIS, augurando que los resultados electorales proporcionarían el PSOE un número de diputados muy parecido a los cuarenta y siete que tenía hasta el domingo. La horquilla era entre cuarenta y cinco y cuarenta y siete, y se sustentarían en un porcentaje de voto incluso superior al de los últimos comicios autonómicos. A la hora de la verdad la caída porcentual de votos supera el veinte por ciento y los escaños han quedado reducidos a treinta y tres. El CIS de Tezanos cerraba, asimismo, la posibilidad de que Vox entrase en el Parlamento de Andalucía.
Su credibilidad como sociólogo ha quedado por los suelos confirmando las dudas de los resultados que ofrece, en el conjunto de España, después de una autentica deconstrucción en la cocina, para el PSOE de Sánchez quien, si les diera un mínimo de crédito, no dudaría un solo instante en convocar elecciones. Es posible que el batacazo del sanchismo pueda ser tan espectacular como el del susanismo porque uno de los factores que han incidido en los resultados de esta jornada electoral histórica ha sido la actitud de Sánchez con los independentistas catalanes, compañeros de su moción de censura. Unos compañeros que sin dejar de insultar al país del que es presidente, son tratados con fraternal camaradería e incluso les manda mensajes dando indicaciones a la abogacía del Estado para rebajar la gravedad de sus delitos, quitando a abogados que no asumen la cordialidad de sus planteamientos. Todo ello con tal de conseguir los votos que necesita para sacar a delante unos presupuestos que le permitan mantenerse en la Moncloa.
Eso es lo que explica, en buena medida, el varapalo sufrido por los socialistas andaluces y el éxito de Vox. La corrupción no es una novedad en Andalucía, tampoco las altas cifras de paro, ni los niveles que alcanza el fracaso escolar. Esos males vienen de lejos y nunca han pasado factura al PSOE. La novedad es la condescendencia de Sánchez para quienes insultan, desprecian y ultrajan a España y los españoles.
Ahora toca configurar gobierno. Susana Díaz, con cara de funeral, se ofrecía la misma noche electoral para encabezar lo que ella denominaba fuerzas constitucionalistas. Palabra que, en el PSOE de Sánchez, ha desaparecido para referirse a quienes se enfrentan a los que han cometido los mayores atentados contra nuestra Constitución. El voto de los andaluces ha convertido esta jornada en histórica por las posibilidades de cambio que ha abierto. Ahora toca a los votados materializarla. Si no fuera así la decepción de muchísimos votantes sería preocupante.
(Publicada en ABC Córdoba el 5 de diciembre de 2018 en esta dirección)